Avís important

L’1 de novembre de 2014, el Partit dels i les Comunistes de Catalunya va acordar la seva dissolució com a partit polític i la cessió de tot el seu capital humà, polític i material a una nova organització unitària: Comunistes de Catalunya.

Com a conseqüència d'aquest fet, aquesta pàgina web ja no s'actualitza. Podeu seguir l'activitat dels i les comunistes a la pàgina web de Comunistes.cat.


dilluns, 9 de maig del 2011

Son momentos decisivos



Dijous 12 de maig a les 18h Acció contra les retallades. Vine a la concentració davant les urgències del Clínic del c/València 184 (entre Muntaner i Casanova). La concentració acabarà amb una acció reivindicativa sorpresa.

Dissabte,14 de maig 11.30 Pl. Catalunya
Prou retallades. Els nostres drets no es toquen

Diumenge, 15 de maig 18:00 Pl. Catalunya
Per una democràcia real ja!. Surt al carrer



Son momentos decisivos

Las movilizaciones convocadas para esta semana, los días 14 y 15 de mayo, no son unas manifestaciones cualquiera. Las clases populares, entendidas en un sentido tan amplio que incluyen a los pequeños empresarios, nos jugamos mucho en estos días decisivos.

Nos jugamos -ni más ni menos- que el mantenimiento del modelo socioeconómico vigente, con todos sus defectos, con todas sus faltas, con todas sus injusticias (que son muchas, por cierto).

La sociedad no será la misma a partir de ahora. La mayoría, casi todos, seremos más pobres, ya somos más pobres que antes, pero todavía lo seremos más, bastante más.

Padeceremos una reducción drástica de derechos de todo tipo, ya la estamos sufriendo, pero será todavía mayor.

El pacto entre capital y trabajo, firmado justo después de la II Guerra Mundial, está finiquitado. La clase dominante -el capital financiero y el gran capital industrial y comercial- lo ha dado por muerto y enterrado.

Ya no podemos contar con las instituciones democráticas (sic), atadas de pies y manos por años de concesiones políticas que han dejado en manos de los poderes económicos las decisiones trascendentales que afectan a la marcha de nuestras sociedades. Forma parte de una tendencia que dura ya casi 40 años y que ha significado un retroceso constante, sostenido en el tiempo, de las conquistas de la clase trabajadora. No por casualidad la sangre de nuestros antepasados nos permitió vivir ese sueño de conciliación de clases del que ahora estamos justamente (injustamente) despertando.

Lo único que nos queda es reaccionar, esperando que no sea demasiado tarde. Reaccionar, sobretodo, pensando en que lo peor está por llegar.

Imaginémonos un futuro casi inmediato de una economía sin derechos laborales, ni sociales, ni siquiera civiles, me atrevería a decir, tal como está el patio después del 11-S. Imaginémonos un mundo sin energía barata, debido a que el pico del petróleo ya está aquí, con una tecnología incapaz de resolver ese problema en tan poco tiempo. Imaginémonos un escenario en el cual las consecuencias del cambio climático y de la crisis medioambiental supongan hambre generalizada (debido al aumento espectacular de las inundaciones, las sequías y las deforestaciones) para varios miles de millones de personas, y no limitada al Tercer Mundo, como hasta ahora.

IMAGINÉMONOS TENER QUE AFRONTAR TODO ESO SIN DEMOCRACIA.

Pensemos en todo eso y en que la tarea que tenemos por delante es muy pequeña (y exige muchos menos sacrificios por nuestra parte) en relación a esos enormes problemas.

La tarea que tenemos por delante se resume en:

RECUPERAR LA SOBERANÍA PERDIDA.

SALGAMOS A LA CALLE. RECUPEREMOS LOS BIENES PÚBLICOS QUE NOS ESTÁN ARREBATANDO DELANTE DE NUESTRAS NARICES. ORGANICÉMONOS Y CREEMOS LAS INSTITUCIONES DEL MAÑANA, MUCHO MÁS DEMOCRÁTICAS, MUCHO MÁS CONTROLABLES POR EL PUEBLO.

DE ESO SE TRATA.

Esta lucha no es de ahora. La humanidad lleva milenios, desde la antigua Grecia, se puede decir, intentándolo (y en ocasiones lo consiguió). Ahora es el momento decisivo de lograrlo, gracias a la experiencia acumulada. No podemos fallar. No tendremos más oportunidades.


Está pasando, ¿lo estamos entendiendo?



Un fantasma recorre Europa, y no es precisamente el fantasma del comunismo. Una ola cruza el continente, saltando de un país a otro, y no es precisamente una ola de revueltas populares como la de los países árabes. Cayó Grecia, sometida a un ataque despiadado contra su deuda soberana hasta obligarla a aceptar ser intervenida económicamente y aplicar un plan de ajuste brutal. Desde allí saltó a Irlanda, país que creía estar a salvo tras rescatar con dinero público la banca, y que finalmente se hundió atada al cuello de esa misma banca, y como Grecia fue intervenida y sometida a reformas y ajustes.

La siguiente de la lista, siguiendo una secuencia de thriller , debería ser Portugal, que todavía no se ha salvado pese a reorientar su política económica según las indicaciones de Alemania, a las presiones en la Cumbre Europea del 25 de marzo y a la dimisión de su primer ministro, José Sócrates. Y luego estamos nosotros, que respiramos tranquilos pese a haber reformado el mercado de trabajo, las pensiones y las cajas de ahorro para “tranquilizar” y “dar confi anza” a los mercados.

Otros países, sin tantos problemas con sus emisiones de deuda, también han puesto en marcha políticas de recorte, ya sea Francia con la reforma de pensiones, o el Reino Unido con el revival thatcheriano de Cameron. En todos los casos, en toda Europa, el Estado de Bienestar, los derechos sociales, los servicios públicos, el Estado tal como lo conocíamos desde la II Guerra Mundial, están siendo sometidos al mayor ataque en décadas.

Nos indigna, sí; nos asusta, nos pone a la defensiva, incluso nos ha sacado a la calle varias veces, ha provocado huelgas y protestas en toda Europa. Sin embargo, parece que no somos conscientes de la dimensión de lo que está ocurriendo, y tal vez por eso nuestra respuesta no está a la altura, no es bastante contundente. Porque el problema no es la reforma laboral, ni el retraso en la edad de jubilación, ni la privatización de las cajas de ahorro, ni cuantos recortes vengan después; sino la tendencia de fondo, el programa global, cómo todas esas medidas forman parte de una transformación de mayor calado, histórica, tras la que nada será igual.

Tal vez dentro de unos años, cuando lo veamos con la perspectiva suficiente, estaremos en condiciones de entender lo que está pasando hoy. Cómo la crisis financiera se convirtió en crisis económica y social, y cómo este desplazamiento de lo financiero a lo social está sirviendo para demoler el Estado de Bienestar y llevarse por delante conquistas sociales de más de un siglo. Pero para entonces, cuando lo entendamos con perspectiva histórica, será demasiado tarde, irreversible.

Para apreciarlo, para entender lo que está pasando, sirven dos ejercicios de imaginación, uno retrospectivo y otro prospectivo, uno hacia atrás y otro hacia delante.

El primer salto en el tiempo consiste en situarnos hace un par de años, al comienzo de las turbulencias financieras, en plena debacle bancaria, cuando se decidía destinar billones de dinero público a salvar el sector financiero. Si entonces, en vez de prometernos la refundación del capitalismo y asegurarnos que la crisis no la pagaríamos nosotros, alguien nos hubiese dicho, a modo de vaticinio y con todas las letras: “Sabed que esta crisis la vais a pagar los trabajadores, con dinero público y con sacrificios, con duros ajustes y pérdida de derechos sociales; y además no reformaremos el sistema financiero, ni pediremos responsabilidades a los causantes de la crisis.” ¿Cómo habríamos reaccionado entonces? Y sin embargo, eso es justo lo que ha ocurrido, pero con la gradualidad y el miedo necesarios para que fuese admisible.

El otro ejercicio es un salto hacia el futuro: ya que los cambios históricos no se perciben en toda su magnitud en tiempo real, sino pasados unos años, imaginemos cómo se contará este período dentro de cuarenta años, en lo que podría ser una entrada de enciclopedia en el 2050: “Crisis y derribo del Estado de Bienestar en Europa: período de transformaciones iniciado en 2008 por el que, mediante la aplicación de la doctrina del shock a partir de una crisis financiera global, se produjo el mayor recorte de derechos sociales en décadas, hasta acabar con el Estado de Bienestar tal como se conocía en Europa.”

¿Somos capaces de hacer ambos ejercicios de imaginación? ¿Entendemos en toda su dimensión lo que está ocurriendo hoy? ¿Sabremos resistir para que las enciclopedias digan otra cosa dentro de medio siglo?